Anteriormente en Perfect to you: Dos
hermanas rumbo a Japón terminan varadas en Corea del sur, y recurren al consulado latinoamericano, que,
como ayuda, las recomienda para trabajar en un hotel, al cual no saben cómo
llegar. Afortunadamente, Oriana, la mayor de las hermanas, conoce a Eun Pyo, un
amable muchacho que la ayuda a llegar y se convierte en su amigo. Días después,
Ingrid se encuentra con Seung Hyun luego de un ataque de ira, en el que le
patea un bote de basura y ensucia su ropa (aparentemente cara). A modo de
disculpa forzada, se compromete a lavar su campera, prestándole un buzo de su
hermana como garantía.
V
Llegaste tú... y todo cambió. (Jesse & Joy, llegaste tú)
– Hoy
no es mi día – dice Oriana, tapándose con las colchas hasta la cabeza, pues
no había comenzado su jornada y ese momento del día, cuando recién debía salir
de la cama, resultaba siempre el más difícil a la pelirroja. No era ella “miss
simpatía” para levantarse con una sonrisa, esas cosas ocurrían muy de vez en
cuando. Dio un par de vueltas, peleándose con las sabanas, ya que le molestaba
estar tan cubierta, repentinamente se destapa y queda observando el techo de la
habitación. Luego, al levantarse, encendió su celular después de varios días,
ya que los “enchufes” de su país no coincidían con los de Corea del Sur.
Comenzó a reproducir su música, esa que la ponía de buen humor mientras se
vestía, con unos pantalones de jogging, una polera fina, un buzo y unas
zapatillas en los pies. Se había distraído buscando su enorme buzo, ese al cual
tenía tanta estima, ese que la acompañaba en sus encierros depresivos. – ¿Por qué no lo encuentro? – Preguntaba para
sus adentros, al instante en que vaciaba sus bolsos – Sería imposible que Ingrid lo use – reflexionaba – a
ella no le gusta mi ropa. Ella piensa que ese buzo es más para hom…- se
detiene ante la idea – La mato -
confiesa boquiabierta de indignación. Pensaba en ir corriendo y armar un
escándalo a su hermana en plena cocina, pero para suerte de ambas eso solo fue
un pensamiento del que se deshizo fácilmente.
Esa mañana sus ganas de levantarse y seguir
en Corea eran inexistentes y para colmo su “querida hermanita” había “regalado”
su abrigo, porque ya lo daba por perdido. – Era
mi único amigo – decia para ella mientras se abrazaba a sí misma. Más allá
de la exageración, Oriana se sentía muy sola. Extrañaba a sus amigos, de
quienes no tenía noticias, ni tampoco estos habían intentado comunicarse con
ella después del viaje a “Japón”. – Nadie
me quiere – murmuraba justo en el momento en que lanza un suspiro y se
sitúa frente al espejo y, con un peine, divide su cabello en dos y ata con un
rodete cada lado – Ok, no necesito a
nadie – comenta mirándose al espejo y se dispone a salir.
Durante su recorrido le llama la atención
un grupo de niños sobre un puente – ¿Qué
pasaba allí? – se preguntaba, dirigiéndose a su encuentro. Saluda a los
pequeños, quienes comienzan a hablarle y apuntar hacia abajo, la muchacha atina
y desciende su vista. Se trataba de un pequeño y asustado gatito – Ay no –lamenta. Una niña le agarra el
pantalón de Oriana y tiernamente pide que rescate al diminuto felino. La
pelirroja no entiende sus palabras, pero sabía que se trataba de eso
exactamente, si no… ¿de qué otra cosa trataría? ¿de matar al presidente?
Oriana se ubica en medio de todos los
presentes, palmea su propio pecho y cierra los puños en señal de “voy a
hacerlo”. Los niños, entusiasmados, la apoyan con un “fighting” bien estridente.
Muy cuidadosamente pasa las vallas del
puente y, mientras se agarra de los barrotes, desciende hacia la parte
posterior del mismo, pero aquella superficie era tan delgada que apenas podía
pararse con las puntas de los pies y, teniendo en cuanta que no había respaldo,
la mejor manera de moverse era seguir
sostenida de los barrotes, aunque solo lo haría con una mano, ya que con la
otra debía alcanzar al felino. No podía fallar en su misión. Era eso o el agua,
y , teniendo en cuanta que no sabía nadar y lo realmente importante era el
pequeño animalito… Iba a continuar. Jamás pensó estirarse como lo hizo, pero se
acercó. – Michi, michi – lo llama
apenas pudiendo pronunciarlo. Debido a la situación, con mucha suerte el gatito
se dirige a ella para olfatear su mano, pero se aleja rápidamente, lo niños
observan el rescate como si fuesen los mismos dibujos animados que miran para
entretenerse. El felino vuelve a incidir – Vamos
– dice la rescatista voluntaria, ya agotando su resistencia, hasta que lo
atrapa con algo de dificultad, pero lo logra. – Aquí va – grita a los pequeños y les alcanza al asustado. Los niños
rápidamente lo auxilian y Oriana trata de subir nuevamente. Ya recuperada, la
flamante heroína sostiene al pequeño felino entre sus manos. Era tan lindo que
le dedica algún que otro mimo antes de entregárselo a aquella niña que le había
hablado primero. – No es mía – le contesta negando con la cabeza. Los demás
también niegan con la cabeza. La protagonista se arrodilla para quedar a la
altura de los presentes. Aquella pequeña acerca al gatito en las manos de la
joven hacia su pecho. No sabía si era el momento para tener una mascota, pero
se sentía incapaz de dejarla así tan pequeña y a la deriva.
Mientras Oriana vivió esta odisea, en el
dormitorio de las protagonistas, Ingrid regresaba para recoger algunas cosas,
extrañándose por la ausencia de su hermana, a quien dejo dormida hace… un par
de horas. – ¿A dónde fue Oriana? – Se
pregunta, viendo el desastre en la cama de la desaparecida – ¡No! Se
dio cuenta – murmura, al borde del nerviosismo – ¡Agh! ¿Qué le pasa a este tipo que no viene?
¿Qué, se enamoró de ese buzo viejo y feo? Tal vez Oriana se fue por el buzo
– trata de divagar mentalmente, imaginando un enfrentamiento entre Seung Hyun y
su hermana. – ¡No! – exclama,
aterrada. – ¿Y si la tengo que ir a
visitar en la cárcel? – sigue con su entretenida imaginación, tal vez porque
le faltaba la televisión desde que habían llegado y no se había detenido para
observar alguna pantalla en ese país, pues se negaba a hacerlo. Además no quería ver aquello que no
entendería. – ¿Cómo no va a pensar en
volver si su campera parece bastante cara? ¿Tanto le sobra el dinero para que
no le importe? – Reflexiona esta vez– Sí,
vendrá. Tiene que hacerlo. – intenta convencerse al momento en que prepara
su mochila para ir al baño público que quedaba cerca de allí. Si bien la
higiene era importante, ni se les hubiese ocurrido pasar por esto. Seguramente
en ese horario no habría tantas mujeres y sería más sencillo, sobre todo más
cómodo. Así es que el cuarto quedaba vacío otra vez, hasta que vuelve la
muchacha pelirroja con su nuevo compañero, que resultó ser hembra. Le sirve una
tacita de leche y la criaturita comienza a beber de manera apresurada. A penas
finaliza su taza, ya juega con esta hasta quedar rendida. La nueva y flamante dueña
ya se había enamorado de la mascota, todavía sin nombre – Leki – grita repentinamente –, te
llamaras Leki – si bien era bastante incomodo higienizarse en el pequeño
baño de servicio del hotel, ya que no tenía ducha, la joven se las arregló bien
para hacerlo. No quería alejarse mucho del lugar ni tampoco tardar demasiado.
Volvió ligeramente, preparó una caja que colocó debajo de la cama, acomodó todo
su bolso y también los colchones y cobijas para que taparan hasta el piso y así
nadie, exclusivamente Ingrid, pudiera sospechar. Además puso hojas de diario
por si se le ocurría hacer sus “asuntos” – ¡Ahg!
– Suspira la pelirroja, ya recuperándose de tanto despliegue. Sale a la
cocina, por fin. No se había dado cuenta de que era bastante tarde, por lo que
recibió tremendo reclamo de parte de su jefe – Yes, sir – solo podía contestar, sin mucho entusiasmo. No le gustaba
solo ser una ayudante de cocina, se sentía como Brittany Murphi en “The ramen
girl”: quería aprender de una vez a cocinar las comidas de ese país. Sabía que
el hecho de comenzar de cero le traería altibajos.
En cuanto a Ingrid, después de casi una
hora (la mayor parte, en espera), vuelve del baño público y pasa por el bar del
hotel para esperar a aquel joven que le había prometido regresar, pero no se
aparecía. Ese día concurrió mucha gente y el comedor no daba abasto. Uno de sus
compañeros se acerca a la joven desde la barra, la apunta y luego hace un gesto
con la mano – Money extra? (dinero
extra?) – le pregunta. La morocha había entendido perfectamente y más si se
trataba de dinero. El cajero le había pedido que ayudase a servir a los
comensales, esto entre su coreano, gestos y ademanes elaborados, le ofrece un
delantal, el cual la protagonista acepta con una sonrisa poco creíble.
Así pasa la tarde la joven, entre atender a
los clientes y pispear de vez en cuando por la llegada del muchacho, pero no
hubo rastros de él.
Cayó la noche y la menor de las hermanas se
encontraba exhausta, entre el trabajo y aquel “extra” que había hecho y que le
habían pagado el mismo día. En cambio
Oriana quedo un rato más en la cocina debido a aquella tardanza. Hasta su
próximo turno. La jornada también había terminado para ella.
Nuevamente las dos se encuentran en la
habitación:
Oriana: – entrando al cuarto – Ingrid – la llama por lo bajo.
Ingrid: – acostada – ¿Qué pasa? Ya estoy por dormir, estoy exhausta.
Oriana: Ok,
no te molesto, pero usaré el velador – colocándolo de su lado de la cama. Al
encenderlo Ingrid se acuesta cara a la pared, cubriendo con las cobijas la
parte trasera de su cabeza y la pelirroja aprovecha para atender a su nueva
amiga. Finalmente se recostó, rezando que al día siguiente nadie se percatara
de la presencia de Leki y rogando que llueva así Ingrid no escuchara sus
chillidos.
CONTINUARÁ…
Millooooneeees de gracias por leernos cada
vez somos más wiiii. Ok, a lo mío. En nuestro próximo capítulo, reaparece Seung
Hyun y esta vez será para acercarse más a la protagonista. NO SE LO PIERDAN. Y,
¿Qué pasará con Ori y Leki? Mmmmm, no tengo un buen latido con ellas.
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